La princesa perdida... así me llaman, pues muchos creen que he muerto.
Cierto es que no estoy donde debería estar, entre telas tan delicadas que parecen formar parte de mi piel, o rodeada de joyas deslumbrantes como las piedras preciosas forjadas en las profundidades de la tierra.
Pero no estoy perdida, no he regresado porque así lo he decidido.
Hace demasiado tiempo que me alejé de todos esos lujos. Enterré mi nombre y olvidé quién soy realmente.
Hui de mi hogar por amor y sigo aquí por dolor. Puro sufrimiento es lo que siento desde el día que aquel hombre murió.
La única persona que ha escrito la felicidad en mi alma, a la que le entregué mi corona, mi vida y con la que descubrí el gozo de la pasión.
Absolutamente nada, ni siquiera la mirada de la dulce criatura que nació de mis entrañas fue capaz de hacerme reaccionar. A pesar de que ella es el fruto auténtico de nuestro maravilloso amor, no tuve fuerzas para seguir adelante. Quise desparecer de verdad, deseé que mi corazón dejara de latir para siempre.
Pero algo ocurrió en mi camino a la extinción. Me crucé con Afroth y recuerdo que sentí pavor, me aterraba ser descubierta.
Sin embargo, Afroth no quería llevarme de vuelta al castillo, ni siquiera me estaba buscando, y lo que traía consigo logró que olvidara mis ansias por partir de este mundo.
Otra criatura, monstruosa y deprimente. Condenado a la muerte. Repudiada como yo.
No sabemos de quién es hijo, ni cómo es que consiguió sobrevivir tras su nacimiento, pero lo que sí sé es que este es mi castigo. Por abandonar a mi criatura y despreciar mi vida.
Imagen adquirida en el buscador de google.
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