Dareosys Dailos

 
 
Los huesos del monstruoso esqueleto que yace sobre mi mesa crujen cuando los nutro con mi poder.
Se quejan al moverlos para poder colocarlos en su lugar. Parecen vivos, pero
mucho tiempo llevan enterrados. Otros, congelados. Y algunos carbonizados.
 
Pero la que llamaban ciencia es mi dominio. Y no hay nada imposible para alguien como yo. El elfo Dareosys. Un nombre olvidado.
 
Mis talones se desplazan de un lado a otro para completar la estructura despedazada ante mí. No pensé que alguien requeriría mi increíble habilidad con los muertos tan pronto.
 
 
 
Y menos aún que fuera ella, la Guardiana del Set, ese lugar oculto. Lejano. Tranquilo. Quizás demasiado tranquilo para los seres que habitan en sus desérticas y oscuras montañas.
Yo debería haber acabado allí también, pero no cometí crimen alguno. Solo obedecí las ordenes del hombre que convocó a la mayor de las bestias. Un demonio en carne y hueso.
Un demonio en espíritu y aliento.
 
Siento un escalofrío. Aunque hayan pasado millones de años sigo recordándolo como si fuera ayer.
Cierro los ojos y suspiro. No volverá a ocurrir. Los males que nos acechan no son ni la mitad del mal que una vez se cernió sobre nosotros. Un mal que no quise ver y que me arrastró con él.
Sé que esa semilla jamás abandonará mi corazón…
Y me gusta. Me agrada. Me alivia.
 
Creo que es por ello por lo que han acudido a mí. A espaldas de los demás, con una proposición de lo más avariciosa, especialmente para mí: contrarrestar el poder de los Guardianes.
Sé que es posible y que solo yo conozco el proceso.
Y también sé lo que significa.
La guerra.
 
Dareosys Dailos.
 
 
Imagen adquirida en el buscador de google.
No pertenece a mi propiedad.